Rector Universidad de Valparaíso

Profesor Agustín Squella se refiere a los alcances de la pandemia del coronavirus, el estallido social y la conducción del Gobierno

El académico ha sido entrevistado por diferentes medios a propósito del escenario actual y cómo se desarrollará posteriormente el diálogo social y político.

“Cuando la pandemia concluya, el diálogo social y político tendrá que ser restablecido”. Así tituló el Mercurio de Valparaíso en la sección Domingo de Reportajes, la entrevista realizada al profesor de la Escuela de Derecho de la Universidad de Valparaíso, Agustín Squella, en donde se refirió a la emergencia sanitaria y las demandas sociales.

Consultado sobre el manejo de la crisis sanitaria por parte del gobierno, el docente aseguró que “como en todas las cosas, y tratándose de cualquier gobierno, a veces bien, a veces regular y a veces mal. Pero creo que la media es favorable. El virus tenía que llegar a nuestro país y se trata de una situación nueva, desconcertante y que se expande con gran rapidez. ‘Un resfrío común’, decían algunos al comienzo, incluso médicos, pero que mata. El virus es solapado: en un primer momento casi no da síntomas, pero al final puede matar a muchos y paralizar países completos. Parece haber bastante acuerdo en las medidas a tomar, pero discrepancias en cuanto a su oportunidad, intensidad y extensión, y cualquiera sean esas discrepancias es tiempo de la colaboración crítica con las autoridades y no de la descalificación impulsiva”.

Ante la pregunta “Aunque el representante de la OMS en Chile ha reiterado que por ahora aquí no se recomienda cuarentena total, muchos actores claman por ella. ¿De dónde surge esta presunción de que todos son expertos? ¿De la incertidumbre, del temor, del cálculo electoral?”, el docente señaló que “el Presidente Piñera suele incurrir en muchos dislates, pero acertó al decir que nos podría estar pasando lo que ocurre cuando juega la selección nacional de fútbol: todos nos transformamos en entrenadores. Armamos el equipo, guardamos gente en la banca, damos instrucciones a cada jugador en particular, hacemos cambios, y todo eso sentados en casa con una piscola frente al televisor. Está muy bien que el gobierno no tome decisiones solo y que haga participar a muchos en la discusión, pero es él quien tiene que adoptar las determinaciones finales. Participar es ser escuchados con seriedad, buena fe y lealtad, es debatir críticamente sobre razones pro y contra, todos, en conjunto, pero sin que ninguno de los participantes pretenda que participar sea conseguir que se haga siempre su voluntad. Cálculo electoral claro que lo hay: existen líderes sociales (que en su mayoría son solo líderes gremiales) con elecciones ad portas en sus asociaciones patronales, sindicales o profesionales, y se suben a la pelota para transformarse en focos noticiosos. Ni qué decir en el caso de algunos alcaldes: entre estos hay de todo, algunos excelentes y otros que comparecen todos los días en la televisión como si continuaran participando en un matinal”.

Respecto al protagonismo del Colegio Médico y de la Asociación de Municipalidades, encabezados por sus líderes, y ante la solicitud de contar con una sola voz para enfrentar la emergencia, añadió que le parece que ésta exista, “después de que todos hayan participado en la formación de esa voz, pero es un hecho que, aciertos más o aciertos menos, los alcaldes voceros de su asociación y la presidenta del Colegio Médico han jugado un papel importante, a veces sobrexcitándose, es cierto, pero ¿quién puede estar hoy completamente sereno, sobre todo cuando se tienen responsabilidades en comunas donde viven centenares de miles de habitantes? La participación de los alcaldes ha mostrado también cuán centralizado sigue el poder político en nuestra sociedad, con un presidencialismo casi monárquico que se repite hacia abajo: cada ministro es un monarca en su ministerio, cada jefe de servicio en el suyo, pero cada alcalde, si bien sin mucho poder frente a una situación como la que estamos pasando (prefiero decir “pasando” que “viviendo”, optimista como quiero mantenerme), tiene también mucho poder en momentos de normalidad y muy poco los concejos municipales. Los alcaldes que se quejan hoy de falta de atribuciones frente al gobierno central, ¿estarán dispuestos mañana a compartir las suyas con los concejos municipales? Algún día, nueva Constitución mediante, tendríamos que desjerarquizar y despersonalizar el poder político. Poderes demasiado jerárquicos y centralizados (me refiero en circunstancias normales) son no solo fuente de malas decisiones, sino también de opacidad y corrupción”.

“Aquí nadie se salvará solo”

Intensificada la discusión sobre los planes económicos de rescate ante el “tsunami social” que provocará la pandemia, hay actores que acusan un sesgo pro empresa en desmedro del mundo laboral, y otros dicen que la peor desprotección para los trabajares es la quiebra de las empresas, cosa que hay que evitar. ¿Cómo lo plantea Agustín Squella? “Lo que se llama sesgo pro empresa es un sesgo a favor de los propios trabajadores, pero otra cosa es la protección que a veces se con-centra en los propietarios de las empresas. No es lo mismo una empresa que sus propietarios, puesto que los trabajadores forman parte de aquella. Otra cosa es que algunos empresarios, o sus gerentes, sigan actuando como si los trabajadores fueran solo “capital humano” (¿ha visto usted expresión más fría y desdeñosa?) y una variable más a manipular en nombre de maximizar las utilidades de los dueños o los sueldos y bonos de los ejecutivos. Que los trabajadores de empresas que ahora cierren vayan a conservar el vínculo laboral, a seguir teniendo cotizaciones previsionales y a continuar percibiendo un ingreso, si bien menor que el habitual, es muy positivo. ¿Pero se cumplirá? ¿Quién fiscalizará? ¿Seremos capaces de autofiscalizarnos en algo así? ¿Cuántos se aprovecharán del pánico?”, añadió.

A propósito de las palabras del Papa, que afirmó que “una empresa que despide para salvarse no es una solución”, el Presidente de Argentina dijo a los empresarios: “No dejaré que lo hagan”. Consultado sobre esta determinación, el académico aseguró que “aquí nadie se salvará solo, por mucho que en este momento de la pandemia muchos estemos encerrados y sin mayor contacto unos con otros. Ayudar a las pymes está muy bien, pero cuidado: a la hora de recibir beneficios todos se consideran pymes, hasta los bancos, las Isapres, las AFP. Estoy exagerando, pero ¿vio el alza de planes por las Isapres, sin más argumento que era algo que hacían todos los 31 de marzo? ¿Nada les hizo pensar a sus dueños y ejecutivos que este 31 de marzo era algo distinto a los de años anteriores? Menos mal que el gobierno los ‘convenció’ para que la postergaran”.

Feroz muestra de insolidaridad

Sobre la aprobación del paro online planteado por la Federación de Estudiantes de la U. de Chile, pidiendo como solución para los alumnos que no tienen acceso a clases online, congelar el cobro de matrícula y rebaja de aranceles, esto le parece “una completa insensatez, un suicidio académico, una feroz muestra de insolidaridad, una desmesurada incomprensión de la crisis en que estamos. Si los estudiantes deben conversar siempre con sus profesores y directivos (¿qué son las universidades si no espacios para una conversación libre, reflexiva y crítica?), con mayor razón en un momento como este. Conversar, por ejemplo, sobre esos asuntos que según la pregunta preocupan en este momento a los jóvenes, pero no partir por un paro antes incluso de conversar. Pero esa es la lógica que se ha ido imponiendo en las universidades desde hace más o menos 10 años: primero se para, luego se exige, y solo más tarde se conversa. Primero la toma, incluso, dejando fuera a todos los demás estudiantes, a los profesores y al personal administrativo y de servicios de las universidades. Quiero tener la esperanza de que en medio de esta situación esa ‘lógica’ se abandone”.

Consultado en su calidad de ex rector de una universidad con Escuela de Medicina, se refirió al paro de los alumnos de sexto y séptimo de la UC, que pedían que se suspendiera su presencia en equipos de salud hasta que ’fuera necesario’ para no ser ‘vectores de contagio’, lo calificó como “otro comportamiento insólito, sobre todo de jóvenes y futuros médicos que estudian en una universidad que se financia muy principalmente con recursos públicos. Menos mal que sentaron cabeza (o quizás corazón) y desistieron de su atolondrada e inhumana determinación inicial”.

Los enemigos del plebiscito

El profesor Agustín Squella ha dicho que hay políticos que ven en la pandemia un aliado para botar el plebiscito o impulsar el Rechazo, con el pretexto de que superada la crisis el país tendrá otras prioridades. A propósito, y consultado sobre si será así o se puede hacer las dos cosas sin problemas, aseguró que Chile va a tener otras prioridades, “pero otra cosa es que los enemigos de la consulta constitucional que no habrían querido jamás que ella ocurriera, o que algunos temerosos partidarios del Rechazo, estén anticipando ahora, interesadamente, un escenario favorable a lo que más les gusta a nuestras elites conservadoras: que en Chile nadie cambie. Ese es un aprovechamiento indigno de una situación tan dolorosa como la que estamos pasando. El plebiscito de abril fue diferido, y también la elección de los futuros constituyentes. Bien hecho eso, pero no tendríamos por qué renunciar en nombre de los “problemas de la gente” a un proceso constitucional ya abierto. La ‘gente’ también tiene interés en marchar pacífica, pausada y democráticamente hacia una nueva Constitución que sería la primera que nuestro país se da de manera democrática. ¿Vamos a renunciar a eso? “Es que no es el momento”, se dirá por muchos. ¿Y cuándo ha sido el momento en más de 200 años de vida independiente? ¿Es que hemos vivido siempre en pandemia?”. 

Ante la interrogante de si es que a nivel político, cuando se supere la pandemia, se habrá mitigando en parte la polarización creciente o si el conflicto está solo suspendido, el académico fue claro en enfatizar que se llama polarización a los desacuerdos que son propios de una sociedad democrática y abierta. “Otra de nuestras características nacionales, sobre todo entre las elites, es el temor a los desacuerdos y ni qué decir a los conflictos, como si se tratara de patologías sociales de las que algún día tendríamos que sanarnos. Los desacuerdos son inseparables de la vida en común y lo que hay que hacer es intentar que no pasen a la condición de conflictos, y que, cuando pasen, los conflictos se procesen y concluyan de manera pacífica a través de las instancias, reglas y procedimientos que el derecho provee para ellos. Acababa la pandemia, y aún en medio de los graves efectos que se seguirán, el diálogo político y social tendrá que ser retomado y nadie va a impedir que los ciudadanos sigan manifestándose, espero que pacíficamente. La violencia no es aceptable cuando se trata de conseguir objetivos políticos en una sociedad democrática, aunque la acción de unos pocos violentistas no debe ser usada como pretexto para postergar demandas políticas o sociales. Las nuevas circunstancias podrán modular esas demandas, pero no sofocarlas”, afirmó.

A la vuelta de la crisis

El profesor sostuvo en una ocasión: “los seres humanos son ante todo competidores, no colaboradores: ese es el virus que se nos inoculó exitosamente hace poco menos de medio siglo”. Se le preguntó si es que a la vuelta de la crisis el ese paradigma asociado a la economía de mercado, y para derivar hacia dónde, ante lo cual respondió no saber, añadiendo que le parece que hay demasiadas esperanzas en lo que venga después de la crisis sanitaria, “algo así como un hombre nuevo, o todo un sistema económico de rápido reemplazo del capitalismo neoliberal hegemónico que con distintos énfasis domina hace décadas en la mayor parte de los países. De manera que no me atrevo a pronosticar nada, salvo que se acuerden de que la economía de mercado puede ser también “economía social de mercado”. Pero sí puedo expresar un deseo en la dirección que marca su pregunta: redescubrir la solidaridad como un valor que puede coexistir perfectamente con la libertad; redescubrir la justicia social, tan ironizada por las huestes neoliberales; redescubrir la vida en común, compartida, y ello sin perjuicio de la individualidad de las personas; admitir que hay derechos sociales que atender y no hacernos más los lesos con la calidad y oportunidad de nuestra atención sanitaria pública, de nuestra educación, de nuestra previsión”.

Consultado sobre si cree lo que algunos observadores dicen, respecto a que en esta emergencia, como ocurrió con la peste negra o con la gripe española de 1957, se superponen dos crisis, sanitaria y económica, y que por eso el mundo cambiará “absolutamente”, lo cual negó. “Esa palabra no armoniza bien con las limitaciones y defectos humanos que tenemos todos como individuos y como especie. Como especie, somos el resultado de un proceso de evolución bastante exitoso. ¿Por qué no admitirlo también? Como especie estamos ya muy cerca de ponernos al mando de nuestra evolución futura, lo cual resulta tan fascinante como atemorizante. ¿Pero qué le vamos a hacer? Un teólogo jesuita solía recordarnos que ‘si Dios descansó en el séptimo día, eso significa que alguien en adelante tendría que ocuparse del resto’. Y no hay que ser un fanático antropocentrista para reconocer que ese alguien es la especie humana. Tenemos entonces una enorme responsabilidad con nosotros mismos, con la especie presente y futura, con las demás especies vivas, con el planeta en su conjunto, y claro, una pandemia como esta nos hace más conscientes tanto de nuestra vulnerabilidad como de nuestra responsabilidad”, cerró.

Entrevista en Radio Universidad de Chile

El profesor Agustín Squella fue entrevistado recientemente en el programa Radioanálisis de Radio Universidad de Chile, donde manifestó su “perplejidad” y “asombro” por las consecuencias que el COVID-19 ha provocado en el país y en todo el mundo, indicando que “es bastante insólito para todos, he procurado controlar mis emociones y lo que digo, porque noto en los intelectuales del mundo -Zizek es el mejor ejemplo de eso- un atolondramiento, una especie de ansiedad por hacerse cargo de temas que tienen componentes que no dominamos”.

En esa línea, aseguró no compartir “los discursos un tanto precipitados y candorosos de los que creen que a raíz de esta crisis sanitaria mundial vamos a tener algo así como un hombre nuevo o abruptamente vamos a pasar de sociedades muy individualistas, muy egoístas, muy posesivas, a unas sociedades del desprendimiento, de la solidaridad, de la bondad. Cuando esto pase, lo más probable es que la mayoría de nosotros vamos a continuar siendo ese amasijo de virtudes y defectos que hemos sido siempre y lo más probable es que los gobiernos de los grandes países se seguirán comportando abusivamente con los países más pequeños y pobres”.

“Tampoco quiero ser pesimista al extremo y no admitir a lo menos la posibilidad de que una pandemia como ésta, que pone a la especie humana en su lugar (…) nos haga meditar acerca de que, defensores cada cual de nuestra propia individualidad, también vivimos en comunidad, en sociedad con otros, y que no es cierto lo que dijo Margaret Thatcher en la década de los ‘80 y que en Chile los neoliberales repitieron durante mucho tiempo, pero que ahora ya no repiten tanto: no hay sociedad, solo hay individuos y sus familias”, agregó.

Respecto a los efectos que la crisis sanitaria pueda tener en las manifestaciones que se habían desarrollado en Chile desde octubre, sostuvo que “el así llamado estallido social fue tan potente, fue tan oportuno desde mi punto de vista, que no podemos creer otra cosa sino que permanece vivo, aunque tal vez en un estado más latente que presente. Yo no creo que esto vaya a acabar con el conjunto de demandas políticas, económicas y sociales, porque eso es lo que había detrás. No nos quedemos solo con las imágenes de las grandes concentraciones, que fueron muy positivas, ni menos con los actos de violencia, que personalmente descalifico completamente; quedémonos con lo que había detrás de esas manifestaciones, un conjunto de razonables y justas demandas. Creo que eso está vivo y tenemos que hacer notar que sigue vivo”. En ese sentido, hizo un llamado a evitar la “amnesia” que le conviene a “los sectores conservadores del país” y advirtió que “vamos a estar en una situación distinta, muy complicada, es probable que haya que modular esas demandas, pero jamás renunciar a ellas”.

Consultado por el Presidente Sebastián Piñera, el docente valoró la gestión de la crisis sanitaria y dijo que “ha estado bastante más cerca de estar bien que de estar mal. Creo, o tal vez quiero creer, pero con algún fundamento, que las cosas se están manejando en general bien”. Sin embargo, sobre la fotografía del mandatario en Plaza Baquedano, fue tajante: “El Presidente Piñera incurre a menudo en dislates o en auténticos disparates. A propósito del estallido social se cuentan varios (…) Lo de la Plaza Baquedano es impresentable”, indicó.

Profundizó también en las explicaciones entregadas por el jefe de Estado, indicando que “él dice que haber descendido del automóvil no constituye un delito. Bueno, claro que no, pero constituye una torpeza política, porque cómo no se le ocurrió en ese momento, que al margen de cualquier intención que pudo tener, iba a ser procesado por el más de millón de personas que algún día estuvo ahí, en esa plaza y en general por el país, como una provocación, como una burla, como diciendo ‘ven, ahora yo estoy aquí’. Es una conducta adolescente, diría yo”. Aun así, pidió no “exagerar” y añadió que “si nos empezamos a pasar prolongadamente este tipo de cuentas, a partir de dislates y apreciaciones equivocadas, no vamos a terminar nunca (…) Yo creo que no fue baladí lo que hizo el Presidente con esa fotografía en Plaza Baquedano, lo repruebo sin ninguna duda, pero intento levantar un poco la mirada”.

ENTREVISTAS ORIGINALES:

El Mercurio de Valparaíso

. Página 1: https://bit.ly/39MFKd2

. Página 2: https://bit.ly/2yFWm9F

Radio Universidad de Chile

. https://bit.ly/3bkS99X

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